A mediados de mis 20 años, estaba despedido de un trabajo en la industria tecnológica. Nos llamaron al trabajo para una reunión a las 9 de la mañana y, en cuanto vi la sala, lo supe. Mis compañeros, mi jefe y yo nos sentamos frente a los altos directivos de nuestro departamento. Años después, mi memoria de la conversación es turbia, pero había algo en reducir los recursos, dejar todo en nuestros escritorios y ser escoltados fuera del edificio por la seguridad.
Recuerdo salir de la oficina y sentir la ráfaga de aire frío en mi cara, las brillantes luces de Times Square que parpadeaban en mi periferia. Lo primero que pensé fue: tengo que comprar menos café, cancelar mi membresía al gimnasio y darme de baja del Apple TV.
Inmediatamente, pasé a la acción. Caminé dos cuadras hasta el elegante gimnasio que mi empresa básicamente estaba pagando y pedí que me fuera. Tomé el metro hasta casa y apagué todos los aparatos electrónicos innecesarios. Luego me metí en LinkedIn y empecé a buscar trabajo en empresas en las que tuviera al menos una conexión. Nunca he dejado de procesar lo que acababa de suceder. Nunca me detuve a pensar en lo que realmente quería hacer a continuación.
Dos semanas después, calentito con vino tinto y viendo una escena triste de Alquilar, me puse a llorar y no paré durante casi una hora. Todas las emociones que no había reconocido seguían viviendo en mí. La funda en la que los había guardado con tanto cuidado se rompió. Todos los temores que tenía sobre el futuro, y todas las dudas que tenía sobre mi propia competencia, salieron a la superficie.
Fue difícil, pero también catártico. Necesitaba dejarme sentir los resentimientos para seguir adelante de una manera productiva. Tras ese momento, pude respirar hondo, hacer una pausa, admitir que algo andaba mal y pensar con más paciencia y reflexión en mis próximos pasos.
He estado pensando en mi experiencia al leer los titulares sobre las recientes oleadas de despidos en el sector tecnológico. Dos meses después del nuevo año, han despedido a miles de empleados. La vida de miles de personas lo ha hecho inesperadamente cambió de dirección.
Si ha estado afectado por un despido, quiero que sepa que lo veo y, hasta cierto punto, lo entiendo. Según mi experiencia, es útil darse el espacio para llorar lo que ha perdido, aunque esté entusiasmado con lo que viene después. Reconozca que esto es difícil. Recuerde que los despidos casi nunca tienen que ver con la gente. (Tienen que ver con las empresas.) Y tómese tiempo para reflexionar y poder avanzar de una manera satisfactoria.